Me gusta fumar a solas, de noche y con una bufanda que proteja mi cuello. La verdad es de la única forma que me gusta hacerlo...el resto de veces, que son escasas, son puro vicio. En esos momentos me encuentro a mi, navego en mi mente, en mis sentimientos. Discuto sobre las últimas decisiones que he tomado, me pregunto si soy quien quiero ser, si me falta un pequeño salto aún...me adentro en cuestiones vitales, en la vida, en la muerte, en la realidad...La verdad es que ese cigarro es un mero artilugio para poder quedarme a solas de verdad, sin mundo, sin móvil sin gente...solo y únicamente yo! No se vosotros, pero a mi me hace falta ese tipo de momentos, en los que bailo con mi sombra sin preocuparme del Whatsapp y demás redes sociales. Lo peor es que toda la cascada de ideas y sugerencias sobre la vida caen en saco roto... quizás no como tal, pero el instante bohemio a la luz de la luna o las farolas en su defecto, con ese ataque romántico, no cursi,no malinterpretemos, se queda ahí en la escura noche, porque cuando vuelve a salir el sol y la claridad inunda todos los rincones de cualquier calle, las ganas e intenciones de cambio se refugian cual vampiro al amanecer...por miedo a ser visto...por miedo a destruirse! Por eso me gusta la noche, me gusta trasnochar, me gusta el silencio del mundo vivo...porque cualquier cosa puede ocurrir, porque nada ni nadie se esconde por miedo a una mirada acusadora.
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